No hay tercera vuelta Ni Alexis es Miguel Strogoff
Por Eduardo González Viaña
No hay tercera vuelta
Ni Alexis es Miguel Strogoff
No tuve la suerte de ver el partido de fútbol entre los equipos peruano y chileno, y por eso toda la mañana del día siguiente me la he pasando buscando en los periódicos el desenlace del mismo. No he tenido éxito. Si los amigos lectores revisan los diarios del miércoles, descubrirán que ninguno de ellos da cuenta del partido sino de un personaje cuyas aventuras en Rusia supuestamente se parecen a las de Miguel Strogoff.
¡Increíble!, pensé. ¡Por fin, los dueños de los periódicos están leyendo literatura!... Pero me equivocaba. Lo que aquellos estaban haciendo era tratar de sabotear la legítima victoria de Ollanta Humala y las proyecciones de su futura presidencia.
Y mucho más se equivoca en Madison, Wisconsin, mi amiga Maureen Dolan quien me pregunta por email cuántas vueltas tienen las elecciones peruanas, y si ya ha comenzado la tercera. Kent Buys, por su parte, desde Corvallis, Oregon, quiere saber si cada seis meses se elige en Lima una alcaldesa…
¡No, no y no! – les explico a mis amigos.- No se trata de eso. No hay tercera vuelta, ni más vueltas que darle. Lo que están presenciando ustedes son los últimos pataleos de una derecha cerril que no se da por vencida aunque ya lo fue.
En vez de una campaña electoral esa derecha ensayó una guerra del miedo. Se dijo durante la misma que el triunfo del candidato popular significaría el estatismo, la fiscalización de los ahorros de la familia, la nacionalización incluso de la pequeña casita de renta, la disminución de la renta jubilatoria y la fuga en masa de las inversiones extranjeras. A media voz alguien que suele hablar con la retórica de la gordura insinuó incluso la posibilidad de un golpe de estado… Pero Ollanta Humala es el presidente electo, y nada de eso ocurre ni va a ocurrir.
Ocurre- les digo a mis amigos- que en el Perú no se está operando tan sólo un cambio de presidente. En verdad, hemos votado para mucho más que eso. Lo hemos hecho para que se inicie una era diferente. Un tiempo en que la prosperidad no se halle únicamente en la retórica de los mandones sino en la canasta del mercado, el techo propio. La educación de los hijos, todo aquello que en palabras inmensas se llama inclusión social.
El sistema neoliberal ha sido impuesto aquí de una forma no muy liberal. La bestialidad de la guerra sucia y el miedo que es su arma principal no han variado mucho en estas últimas décadas. Impugnar el neoliberalismo y sus repugnantes “valores” ha significado el peligro de ser declarado terrorista o sea pasible de prisión y ejecución sin juicio. El mercado, y no Dios, es el bien supremo de los neoliberales. La rentabilidad de las empresas, y no la solidaridad humana, es su filosofía única.
Ese sistema se ve amenazado cuando ve que el pueblo ya perdió el miedo. No habiendo elecciones ahora, llena sus periódicos con una imprudencia bien intencionada y un viaje que no han costado dinero al Estado ni lo han comprometido en lo mínimo.
En vez de ocuparse de las andanzas de Miguel Strogoff, la prensa debería investigar la grave denuncia de que el gobierno saliente ha puesto freno a la economía- y ello puede significar recesión- a través de la disminución innecesaria del IGV y el recorte de la inversión pública. Eso sí es un crimen.
La llegada de Susana Villarán a la Alcaldía de Lima –otro triunfo de David contra Goliat- también hace patalear a la obtusa derecha peruana. En vez de pregonar una segunda, tercera o cuarta vuelta contra ella, habría que exaltar el carácter de esta dama que sabe usar de su autoridad a favor de la gente que camina y en contra de las bestias que atropellan, cometen accidentes y envenenan el ambiente.
Ni el Miguel Strogoff peruano ha recibido una podaroshna, ni la señora Villarán va a ser desautorizada por el pueblo que la eligió. Como en la novela de Verne, los tártaros que nos amenazan a voz en cuello con sus grandes titulares y que pretenden minimizar la llagada de un viento libre al poder, deberían recordar que ya pasó su hora, y de que es tiempo de que de una vez se vayan o emprendan veinte mil leguas de viaje submarino.